En ocasiones, profesores de institutos o de colegios me llaman asustados con sus alumnos, porque «están todo el día con el móvil» y «son incapaces de estar concentrados media hora».
¿Cómo conseguir que los adolescentes despeguen la vista de su móvil o smartphone? Pienso que, a esa edad, la única manera de superar la adicción es conseguir que estén emocionados con algún objetivo, tanto o más «adictivo» que Clash of Clans… Difícil, ¿verdad?
Pues no tanto. Sé que es complicado, pero si una chica o un chico están perdiendo miserablemente el tiempo con los juegos o sucumben ante los cientos de WhatsApp que reciben a diario, es porque los adultos -padres y profesores- no les hemos ayudado a descubrir el «don» que cada uno de ellos ha recibido, y que les ayudará a desarrollarse en la vida.
3 reglas para educar en el uso de los móviles y las redes sociales
En la sesión que imparto a los adolescentes les hago ver que el mundo ha cambiado y que las viejas reglas por las cuales tu estatus social limitaba tu crecimiento han caído. En mi opinión han surgido tres nuevas reglas:
1. Ahora se valora a las personas que aprenden compartiendo y que comparten lo que aprenden porque es la única manera de acceder a un mayor conocimiento y a personas que nos lo facilitan;
2. Para eso hay que esforzarse en comprender y empatizar con gente de muchos lugares y mentalidades diferentes a las suyas;
3. Y que la libertad que ahora poseen les facilita atesorar unas convicciones y defenderlas en cualquier foro.
Eso sí, para que la triada funcione, se necesita el engranaje del trabajo y esfuerzo.
En estos momentos las herramientas se multiplican y son accesibles -tanto por precio como por posibilidad de uso-. Ahí entra el mundo conectado, que multiplica y potencia sus cualidades. Visto con esta perspectiva, el panorama personal y social se clarifica: ¿para qué perder el tiempo?