La pregunta del millón. La que nunca dejan de hacerme los padres cuando imparto sesiones en colegios y asociaciones: ¿A qué edad puedo dar a mis hijos el smartphone? Creo que di con el criterio para acertar y ofrezco tres claves para educarles en el uso de los móviles.

Dos explicaciones antes de responder

Dejadme hacer dos salvedades antes de responder:

a) considero diferente un móvil y un smartphone. El segundo cuenta al menos con 3G o 4G, conexión WiFi  y es inteligente. El primero es un aparato que sirve para llamar y gastar dinero con SMS (como el Nokia 3310, relanzado hace poco tiempo);

b) la pregunta completa que titula el post es: ¿cuál es la edad correcta para que un niño use un smartphone sin la supervisión de sus padres? Porque lo ideal es que antes aprenda a utilizarlos con sus padres, en mil actividades educativas, lúdicas o informativas.

A raíz de un tuit de Jesse Weinberger, una especialista en seguridad infantil en internet, querría exponer mi opinión concreta, parte de una sesión más amplia titulada Educar a los adolescentes en el uso de los móviles y las redes sociales.

¿Qué dicen los especialistas sobe el uso de smartphones en la adolescencia?

Hace años respondía «a lo gallego»: – Depende de la madurez de cada hijo. Y reconozco que me sentía un poco raro cuando extendía la edad «ideal» hasta los 16 años. Ya no. Además de la experiencia personal con adolescentes, muchos especialistas han establecido esa edad como la conveniente para comenzar a tener en propiedad el smartphone, algo que está a años luz de los hábitos de consumo, al menos en España, donde el 50% de los niños lo reciben a los 10 años y el 90% a los 14.

Una salvedad: los 16 años es la edad en la que entiendo que, generalmente, un chico puede usar el smartphone y gestionar el tiempo y modo de uso, por una razón que explico más abajo. Si se le facilita el smartphone antes de los 16 años, opino que debe ser con varias condiciones, como que lo deje a sus padres durante el estudio o cuando se acueste, además de otros asuntos (ver artículo 4).

La habitación ordenada, síntoma de que ya puedes darle el smartphone

A qué edad puedo dar un smartphone a mi hijo
Dale el smartphone cuando ordene su habitación

Por fin hace un tiempo dejé de responder con evasivas y di con una respuesta: «Puedes darle el smartphone cuando ordene su cuarto». Ante el desconcierto del auditorio, matizaba que no hablo de premio o castigo. La razón por la que un chico o una chica mantiene la habitación ordenada es porque cada cosa (la ropa en el armario, los libros y resto de cachivaches) tiene una función decidida por ellos.

El orden guarda un por qué y un para qué. Y esa chica o ese chico tiene ya criterio y autodominio, que son la clave educativa; unos objetivos y un modo propio de sentir, pensar y actuar. Y empieza a ser autónomo (hasta cierto punto, por supuesto).

¿Y qué hacemos hasta entonces con los móviles y los smartphones?

No se trata de problematizar ni de prohibir irracionalmente. El acceso a la tecnología debe ser paulatina y debe estar supeditada a las necesidades educativas y de ocio de los hijos. Primero serán los padres los que compartan sus dispositivos, para hacer juntos lo que sea. Pero lo importante, lo relevante, es que el uso de la tecnología tenga un motivo: que sea una herramienta, no un fin.

Creo que con el fútbol explico mejor las cosas. Un buen jugador debe saber «jugar sin balón», es decir, necesita entender la dinámica del encuentro, de los movimientos de sus compañeros y de los contrarios, para intentar adelantarse a las jugadas y sorprender. ¿Por qué algunos futbolistas reciben siempre el balón? Porque saben estar en el lugar adecuado en el momento preciso. Eso era lo que más me gustaba de Zidane o Xavi, o lo que Busquets hace con una eficacia demoledora… El balón tiene sentido si sabes qué hacer con él. Lo mismo sucede con los smartphones.

Es cierto que luego hay que ser habilidoso en el manejo del balón, pero los freestyle no saben luego qué hacer en un campo, por muchas virguerías que hagan con el esférico. Muchos adolescentes son auténticos cracks superando juegos complicadísimos, o asimilan nuevas Apps en segundos, pero… nada más. Les falta un proyecto vital y no han puesto los medios para alcanzarlo.

Comprender el mundo, adquirir convicciones, compartir el aprendizaje

Comprender, compartir, tener convicciones.
Comprender, compartir, tener convicciones: las tres claves educativas para que tus hijos usen los smartphones con sentido

Primero hay que enseñarles a comprender este mundo, ayudarles a que adquieran convicciones personales, y que entiendan que compartir sus conocimientos, habilidades e ilusiones es la única manera, al menos ahora, de alcanzar sus sueños. Este punto lo desarrollo en otro post, El verdadero Carpe Diem.

Y para esto no hay tiempo ni energías que perder: hay que dedicar muchas horas a leer, escuchar a gente interesante, contrastar opiniones, estudiar y viajar. Y con doce o catorce años carecen, en la mayoría de los casos, de autodominio, personalidad y criterio propio para no quedar abducidos por el smartphone. En muchos casos un chaval de esa edad descarga tantos juegos como memoria tenga el móvil; suspira por un fav en Instagram que refuerce su autoestima, y su mundo se hunde si le expulsan de un grupo de WhatsApp. Su único límite es la tarifa de datos.

Ganar la batalla de los móviles (smartphones) por «elevación»

Otro asunto más difícil para los padres -una vez convencidos de la conveniencia de posponer o de hacer un uso discreto de los smartphones- consiste en cómo cargarse de razones y argumentos para esta lucha, en la que los hijos reclaman los dispositivos «porque toda la clase tiene smartphone».

En el mencionado post Educar a los adolescentes en el uso de los móviles y las redes sociales doy alguna pista. Esta batalla no se gana por eliminación sino por «elevación». Es decir, los padres -con la ayuda de los profesores- deben procurar que sus hijos se ilusionen con campos de aprendizaje o aficiones, en los que sí utilicen la tecnología, y además de forma intensiva si se quiere. Es la mejor manera de que sus hijos aprendan que los dispositivos están para algo, y que les ofrecen unas posibilidades increíbles.

A una pulsión (un impulso casi obsesivo) no se le gana con razonamientos (y menos con prohibiciones), sino con otra pulsión más fuerte. Un chaval deja de mirar compulsivamente la pantalla ante cualquier notificación cuando está absorto por algo que le motiva y le gusta más.

La técnica se adquiere en dos días. La capacidad de aprender y razonar nos lleva toda una vida. Y el mundo se ha vuelto lo suficientemente complejo como para esforzarnos por entenderlo y dejarlo un poco mejor a los siguientes.