Lo prometo. Ocurrió esta semana. En concreto, el jueves. El presidente de una multinacional del automóvil tenía que dirigir unas palabras a niños de 12 años que habían sido premiados en un concurso de seguridad vial. Después de los saludos protocolarios se felicitó por la cuenta de resultados de la filial española, mientras los niños se miraban desconcertados porque no entendían nada…

Yo no estaba presente, pero sí la persona que me lo contó. Y no me extrañó tanto. Lo de «he venido a hablar de mi libro«, del ínclito Umbral se repite con cierta frecuencia porque todavía hay personas que no se han dado cuenta de que «lo importante no es lo que usted dice sino lo que la gente entiende«, y que para eso hay que conectar con el público.

Ya expliqué en «Cómo hablar bien en público… con mucho esfuerzo«, que la clave de un mensaje es tratar el tema desde la óptica de la gente, o de una forma que conecte con su forma concreta de ver el mundo (meeting point). Es la única manera de «subirles al carro» de tu discurso y llegar juntos al punto de conversión (tipping point), persuadiéndoles de los beneficios que reciben por tu producto o servicio.

Hace unos días leí una frase de @ArtePresentar que condensa el post: «Si con tus palabras no resuelves un problema de la audiencia, ¿por qué habrían de escucharte?». Da qué pensar.