«La idea que no trata de convertirse en palabra es una mala idea, y la palabra que no trata de convertirse en acción es una mala palabra».
Gilbert Keith Chesterton
Hace unas semanas escribí dos post, para ilustrar una presentación, titulados Cómo sobrevivir a un debate o a una entrevista (I) y Cómo sobrevivir a un debate o a una entrevista (y II). Procuré detallar cómo hay que preparar una intervención más o menos polémica, o al menos dialéctica; cómo armar el mensaje con argumentos e historias, con acierto y credibilidad.
Ahora, en «Hablar bien en público… con mucho esfuerzo», quisiera detallar los pasos fundamentales para elaborar un discurso o una exposición.
Descarga la presentación Cómo hablar en público con mucho esfuerzo
1. Implícate en el discurso totalmente
Nada peor que hablar como un «mandado». Ante tantas voces y reclamos la tuya debe sonar auténtica y genuina, y, para eso debes comunicar con inteligencia, con un objetivo claro y transmitiendo pasión. Antes de comenzar cualquier exposición, a pesar de la cantidad de veces que me he tenido que enfrentar a públicos numerosos, me sigo poniendo nervioso. Y… eso es bueno, porque me activa y me obliga a comenzar con más determinación. Por cierto, no te preocupe quedarte sin saliva o notar que te falta el aire. ¡No pasa nada! Respira hondo, bebe un poco de agua y lánzate.
2. Tres preguntas que debes resolver
Cuando preguntas a alguien en qué trabaja y tarda más de 30 segundos en contestar desconfías de él, ¿verdad? Pues de igual manera tú tienes que saber qué quieres decir a la gente que te va a escuchar, y tienes que poder hacerlo en una frase. Si no no confiarán en ti.
Pero no se dicen las cosas de igual manera a un amigo que a un desconocido. De ahí que sea vital tener una radiografía de la gente que te va a escuchar: quiénes son, qué interés tienen en ti, etc. Así tendrás tacto, hablaras a su nivel, y te comprenderán mejor.
Si sabes qué tienes qué decir y cómo es la gente que te escucha es sencillo elegir la manera de hacerlo: no cuentas las cosas de igual forma a niños que a adultos: servirá para definir el estilo, el material que usarás, el tiempo que dedicarás al discurso, etc.
En caso de que definas correctamente los tres pasos previos, sólo tienes que fijar tus objetivos -no los ideales, sino los que se pueden alcanzar con las circunstancias que tendrás-; los objetivos te obligarán a limitar los contenidos al mínimo imprescindible para no aburrir (uno de los errores imperdonables y que tira por la borda el discurso más trabajado del mundo); y con el material que utilices sólo te queda fijar el tiempo que vas a emplear (¡no lo superes nunca!).
3. La clave de cualquier discurso es…
Lo creo firmemente y es muy sencillo de entender por cualquiera: si te aborda una persona para hablarte de algo que no te interesa, no le escuchas y sólo piensas en la forma de despacharla. La clave de un discurso es tratar el tema que preocupa a la gente, o de una forma que conecte con su forma de ver el mundo (framing). Cuenta historias, metáforas y ejemplos con los que se identifique la gente.
«… Para llegar juntos al objetivo». Si andas lo suficiente como para llegar al punto en el que se encuentra tu público y te aceptan como uno más o incluso te aclaman como a un líder, podrás llevarles hacia el objetivo que te has propuesto. Y es que en la actualidad no funcionan las órdenes, ni la credibilidad o autoridad deviene por tu título o tu ascendencia.
4. Tres partes del discurso y otras cuestiones
– ¿Por qué te van a hacer caso y van a regalarte su tiempo? Al comenzar cualquier exposición es imprescindible presentarse y «hacerse el interesante», decir qué vas a contar durante ese tiempo y plantearles el objetivo o el reto que te has propuesto para esa ocasión.
– El 80% del tiempo se dedica al cuerpo del discurso, en el que de forma sencilla ordenada transmites los mensajes que has pensado. Sugiero leer Cómo sobrevivir a un debate o a una entrevista (y II) donde detallo cómo hacerlo.
– En la conclusión (cuidado con los «y para terminar» de 20 minutos…) se debe resumir los puntos esenciales del discurso, despedirse y agradecer la paciencia del público además de dar paso a sus preguntas.
5. Un esquema en tres pasos
Sirve para completar «Antes de todo… Tres preguntas que debes resolver». El fondo -el mensaje- condiciona la forma -voz, cuerpo y actitud-: no es lo mismo un panegírico que un brindis en una celebración de un cumpleaños.
6. ¡No te compliques!
Existe un recurso muy habitual en cursos de formación de portavoces: consiste en pedir al alumno que agarre el mayor número de pelotas de tenis que le tiras simultáneamente: el más hábil consigue dos… En cambio si le vas tirando las pelotas de tenis una a una el resultado es que almacena muchas más. Eso ocurre con el discurso: las frases deben ser sencillas: sujeto, verbo y predicado… y punto. Y luego la siguiente y así las que necesites para explicar tu mensaje.
Y, ojo, no más de tres mensajes en cada parte del discurso. Del famoso discurso de Churchill: «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor» sólo nos hemos quedado con «sangre, sudor y lágrimas».
7. Aunque no quieras… ¡tu cuerpo transmite todo!
Es la parte que más asusta a los inexpertos, y existen cursos monográficos para superar los tics, las muletillas, etc.
Contacto visual: es esencial para conectar emocionalmente con el público y para controlar las «sensaciones» de la gente que te escucha. Un error habitual consiste en mirar sólo a la persona que te infunde confianza. El resto se se queda asombrado y a él… le agobias. Barre con frecuencia todo el auditorio y procura reenganchar a la gente con una mirada adecuada al sentimiento que quieras transmitir.
Si te sientas detrás de una mesa, cruzas los brazos y miras hacia el tablero… sólo significa que tienes miedo. Para conectar realmente con el público hay que moverse un poco y de forma pausada -les descansa la mirada y a la vez les obligas a seguirte-. En este punto hay muchas reglas -posición y movimiento de las manos, cómo andar erguido, etc.- que ahora omito porque el post se alargaría innecesariamente.
Y sobre la voz… Es un aspecto complejo, aunque existen personas que lo consiguen dominar de forma natural. Es esencial vocalizar bien -y para eso se debe entrenar lo que haga falta-, y utilizar el volumen y el timbre en función del estilo y del objetivo que te hayas fijado: intimista, autoritario; convencer o abroncar, etc.
Las primeras veces que uno se enfrenta a un auditorio -una conferencia, por ejemplo-, tiene la sensación de estar hablando demasiado tiempo pero muy lentamente… cuando la realidad es que tiene al público agobiado por la velocidad de Fórmula 1 que ha imprimido. Las pausas son necesarias -y es un arte dominarlas-, para que la gente tenga tiempo de ir colocando tus mensajes en su cabeza con un cierto orden.
Ah, ¡el truco para evitar las muletillas! Muy sencillo: cuando hables «visualiza» la frase en tu imaginación y pon un punto al final. Y respira. Verás cómo no alargas la frase con los molestos «¿no?», «ehhh» y otros similares.
En este post he intentado poner negro sobre blanco mi experiencia personal, así que estaré encantado de que me sugiráis cualquier aportación. Gracias.