Tanto grito ha saturado a la gente |
Algo está cambiando. Y para bien. Cada vez me encuentro con más artículos y tuits que transmiten el cansancio de los profesionales de la comunicación por experimentar con la última herramienta de monitorización en redes sociales, o de que les encarguen abrasar a los consumidores con campañas del tipo «Haz RT y te regalamos esta magnífica…».
El mes pasado Diego Rivera, Director de Estrategia y Creatividad en Best Relations, escribió un post titulado «Slow-comm: la comunicación al servicio de valores reales«. Explicaba Diego que «el movimiento slow frente a la cultura fast, la infoxicación o la tiranía del mail son algunos de los ingredientes del nuevo white paper que hoy os presentamos: “Fast you! Slow me!”, y en el que hablamos de slow-comm, la comunicación al servicio de valores reales, una de las tendencias que marcará un cambio en la manera de dirigirnos a nuestros públicos: las personas».
En un mundo con miles de marcas suplicando un miga de atención no puede valer cualquier cosa: muchos tenemos la sensación de estar en un patio de colegio con cientos de niños gritando y contando su batallita, sin que nadie escuche lo más mínimo. Y parece que la única táctica es ser más pesado que nadie.
Por eso me gustó el artículo de Gustavo Entrala, CEO de 101, Daft Punk: los robots que nos enseñan el poder del deseo en la comunicación. Diagnostica que «el riesgo que tiene la comunicación permanente con el consumidor es que tanto los contenidos como el discurso de las marcas se hagan rutinarios: que comuniquemos lo que tengamos a mano porque toca». Cuenta la campaña publicitaria de un dúo francés de música electrónica, que ha generado atención dosificando muchísimo sus apariciones. Además permite que la gente juegue con sus pistas de música, sin miedo a perder el control sobre el nuevo disco.
Todo esto me ha venido a la cabeza cuando esta mañana me he topado con un vídeo genial. Con la frase de Albert Einstein, «No entiendes realmente algo a menos que seas capaz de explicárselo a tu abuela«, nos muestra a varios niños explicando a sus abuelos cómo usar una cámara digital, cómo entrar en Google, etc.
Los que nos dedicamos a la comunicación debemos huir del lenguaje técnico y embrollado; hemos de buscar los valores reales de cada cliente y tenemos de transmitir sin gritar ni atosigar a la gente (si no, ¿cómo quieres conversar?). Porque lo que realmente es imprescindible es haber reflexionado, con calma, sobre qué valor puede aportar tu siguiente trabajo a la gente real, personas que reciben miles de impactos publicitarios al día, que tienen sus problemas y sus ilusiones, que quieren escucharte… y que les escuches cuando ellos quieran contarte sus cosas.
Quizá os guste leer un artículo que tiene ya cinco años (eso no es el Paleolítico y el tiempo no le resta valor). Se titula «Creer en lo que haces: principios y conceptos quedeberían inspirarnos en el ámbito de la estrategia de comunicación«, de Antonio Monerris (BrainVentures). Reivindica la necesidad de la reflexión en el trabajo de comunicación, el valor del compromiso con el cliente y con el consumidor, y la exigencia de proyectar los objetivos a medio y largo plazo.